domingo, 26 de junio de 2011
Bajo Cero
Qué mejor momento que una nublada y solitaria tarde de sábado, después de una estupenda e intensa mañana de trabajo y sabrosa plática teatral en casa de El Ángel, para ir precisamente al teatro. Pasar frente al Teatro Libanés y sentir la atracción como imán de estacionar el carro, bajarse y preguntar si había boletos en primera fila y fue todo para decidir entrar a ver Bajo Cero, momento tan largamente aplazado debido a la escaces monetaria. Pero en este momento la Reina y la Princesa, habituales compañeras de teatro, se habían quedado en San Miguel de Allende y la Princesita se había quedado feliz en casa de su abuela, por lo que este era el momento adecuado para entrar al teatro y gastar sólo 450 pesos en lugar de casi 1,500 pesos (monto imposible para las actuales finanzas familiares).
Empieza la obra. Laura Flores, de bellos ojos, inicia su monólogo, en el papel de Nadia, madre de las adolescentes Ingrid de 14 años y Regina de 12, simbólicamente representadas por dos rosas. Regina sale de su casa con la intención de ir ayudar a podar las bugambilias a casa de su abuela a donde nunca llega. Pasan cuatro años y nadie sabe nada de ella. Pero Laura sólo recita sus parlamentos. En ningún momento se siente ese dolor desgarrante de la madre que ha perdido a su hija, a quien busca desesperadamente.
Alejandro Camacho es Damián, quien ha secuestrado, violado y asesinado a Regina y a siete niñas más. Un tipo que en su infancia ha sido maltratado por su padrastro, debido a lo cual sufre un fuerte trauma psicológico. La actuación de Camacho, un actor que admiro, es excelente, como siempre... pero algo falta... ni terminé odiando a Damián... ni sentí lástima por él. Tal vez haya sido la falta de fuerza en el personaje de Laura, que como madre de la víctima, falló en fomentar el odio (o la compasión) contra el asesino de su hija.
Helena Rojo, siempre una dama, bella y elegante, es grande en las pantallas caseras. Pero en el teatro le falta algo, es siempre Helena Rojo y no logró hacerme compenetrar en su personaje de Amanda, la psicóloga que trata de olvidar sus problemas personales, concentrándose en hacer una tesis sobre asesinos seriales, estudiando el caso de Damián.
La escena que debería de ser cumbre, impactante y desgarradora, cuando Nadia confronta y perdona al asesino de su hija, es plana.
Me decepcionó Bajo Cero. Un tema interesante, un texto, que, mejor dirigido podría haber resultado desgarrador, me dejó con una sensación de vacío, muy diferente a lo que me hicieron sentir hace dos años Fernando Luján y Diana Bracho en Todos eran mis hijos, o hace tres Susana Alexander y Blanca Sánchez (q.e.p.d.) en Como envejecer con Gracia, que me dejaron una opresión en el pecho y un nudo en la garganta, y a quienes el público aplaudía de pie. En Bajo Cero no sucedió nada. Los aplausos fueron tibios y los comentarios que escuché del público: "Laura Flores recita sus parlamentos"; "Un tema muy trillado, una actuación monótona". Sin embargo, no me arrepiento de haber gastado 450 pesos. Pero sí fue una suerte no haber gastado 1,500.
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